
Cuando rezaba por Aida, al pie de su tumba, hablé con Dios, cada gesto, cada aliento aún lo recuerdo... Dios tenía un plan para mis alas, y yo renegaba de tanta benevolencia,
- Mira tus plumas, tu corazón, ¿aún quieres que Aida sea invertebrada? -
No sólo le dió mis alas, le dió mi corazón, y ese gesto abrió en mis páginas espanto y literatura...
Y ya desplumada creé laberintos abiertos, y a mis muros de siniestra arquitectura, dí formas de piedra. Pero Dios era mi padre, sólo quería que conciliase mis demonios y a mis sombras darles luz ¿y cómo se entiende el amor de nuestros padres...?

Perséfone sabía exactamente como conciliar con el mundo subterráneo, pues ella tiene el encanto de hablar con los muertos, y de tanta súplica se apiadó de mis alas.
- Déje de llorar, mi amiga, ¿usted sabe que colecciono ángeles...? -
y me llevó a su reino, un mar de lágrimas...
- Señora ¿como hace usted para vivir en las profundidades, si usted es pura benevolencia? -

- He aquí mi secreto ... -
De tanto coleccionar ángeles, me enamoré de uno, no estaba bién, las libélulas decían, yo cerré mis ojos, así en el aislamiento, y hoy el cuida de mí.
Y comprendí que las Diosas, las que tienen magia, pueden transitar en el mundo de las hadas, contemplar unas simples alas , dar luz a las sombras, y volver a la profundidad.